Mi primer contacto con el mundo del cine vino de la mano de mi abuela Leonor, empleada de limpieza en el cine Alexandra de Barcelona. Con ella pasé muchas tardes de mi infancia, haciendo volteretas en el hall y colándome en el patio de butacas a ver las películas a escondidas. Ahí, en la oscuridad de una sala de proyección, descubrí un mundo nuevo que me ofrecía la posibilidad de viajar, de soñar, de ser otra persona.

Mi ópera prima fue NADAR (2008), película documental con la que emprendí un viaje hacia la memoria familiar en búsqueda de un fantasma en una familia de mujeres. Mi segundo largometraje, VOLAR (2012), hizo historia al ser el primer documental firmado dentro de las dependencias de una academia militar, lo que me permitió indagar en un mundo completamente desconocido para el público. Eso es precisamente el CINE para mí: una búsqueda y una exploración, y, cada película, una experiencia nueva llena de tesoros a descubrir.